viernes, 18 de octubre de 2013

La poesía de las obsesiones


Pasé los pasados meses de julio y agosto trabajando en Diario SUR por segundo verano consecutivo, lo que no significa que las entrevistas (sobre todo las publicadas en formato pregunta-respuesta) me siguieran acojonando. Evidenciar tu habilidad -o la ausencia de ella- en negrita (¡encima!) a la hora de hacer una pregunta simboliza hacer visible tu capacidad en el que, seguramente, es uno de los géneros más difíciles de abordar dentro del Periodismo. Aún así, he salido victoriosa de entrevistas sorpresa (de esas de las que te avisan un par de horas antes, contando con que te tienes que trasladar hasta el lugar de la cita y teniendo en cuenta, también, que puede que no conozcas de nada a la persona con la que tienes que charlar). No recomiendo practicar ese truco en casa. Sin embargo, las más excitantes siempre son aquellas que sabes que has de prepararte a fondo. No sólo por quedar bien con el medio para el que trabajes, sino también por ti. Como una especie de reto personal. 
Es lo que me pasó, por ejemplo, con la entrevista que le hice a Luis Alberto de Cuenca, uno de los poetas del panorama español actual que más admiro. La conversación que tuvimos, aunque telefónica y no tan larga como a mí me hubiese gustado, fue tremendamente fructífera. Como podréis leer un poco más adelante, hablamos sobre política, educación, humanidades, rock and roll, y, por supuesto, poesía. La pena es que, como suele pasar sobre todo en la sección de Cultura, apenas utilicé un cuarto de todo en la pieza que escribí para el periódico, con motivo del nuevo número de la histórica, malagueña y venerable revista Litoral, cuyo último tomo está dedicado a Luis Alberto de Cuenca. 
Por eso, rescato aquí algunos retazos de nuestra charla, acompañándolos de poemas de dicho poeta que, pienso, ilustran a la perfección sus respuestas. Mis preguntas, las omito. Parte de mi homenaje es darle la vuelta al método tradicional y cometer un pequeño acto de rebeldía periodística: en este blog, lo que él dijo figurará en negrita. Aquí lo realmente importante es el entrevistado. Y más, si cabe, si se trata de Luis Alberto de Cuenca.


"Creo que no hay necesidad de tener ese conocimiento previo para apreciar esos poemas. Otra cosa es que se disfruten mejor con esos conocimientos previos, pero también hay un mensaje directo que no necesita de ampliación erudita".
La chica de las mil caras
Todo tu cuerpo es un inmenso brote de espinas,
pero las aves siguen comiendo en tus manos
y cantan en el bosque como si nada.
Por las noches me enseñas el universo:
hoy han sido las costas de Islandia,
la Edda de Snorri y la promesa de Winland.
Como tu cuerpo está erizado de agujas,
necesito almohadones para amarte;
luego despierto enganchado a tus labios,
cuando el sol es un punto negro en el cielo.
Si hablas, tu voz es una cascada
que arrastra cadáveres y policías de uniforme.
Hablas en verso, como Ovidio y Lope,
como el precoz escaldo Egil Skallagrimsson.
A veces te interrumpo. Tus besos llevan oro,
como las Noches de Stevenson o de Mardrus.
Son algo tan brillante. Como una nueva infancia.
No sé si tu destino es catalogar manuscritos,
si has sido bibliotecaria en Alejandría.
Un día vi cómo perseguías a un jabalí en Dordoña
(esa noche soñé con el Monarca Oscuro).
Podría hacerte un lecho de lirios o de rosas,
aunque preferiría cubrirte de alacranes.
Luego descifraríamos papiros mágicos y emblemas.
No sé cómo decirte lo mucho que te amo.
Hace siglos que desaparecieron los torneos.
Jesús sigue muriendo cada día. Hasta cuándo.
Pero Clodoveo decía que el Gólgota no sería famoso
si él hubiese estado allí, en Jerusalén, con sus francos...

Antes leíamos novelas bizantinas, escuchábamos discos,
no encendías jamás la luz en el desván.
Me parecía haber vivido dos veces los momentos
y bebía del suave terminarse de tus ojos.
Algunos dioses se nos antojaban ridículos:
Júpiter, por ejemplo, todos los que mandaban.
Pero las ninfas de las fuentes, los elfos, los dragones,
Mae West y Miriam Hopkins compensaban la perdida.
Hacer versos, nadar, dar de comer a un pájaro,
ejercer de sportwoman como Diana Palmer.
Buscábamos tesoros en el jardín de tus abuelos,
bajo ese sol de Heráclito que sigue sin ponerse,
con una Jolly Roger ceñida a la cintura,
saqueando glorietas y naufragando en la piscina.

Y ahora que está aquí, mi amor,
tú que eres todas las mujeres,
no sé si voy a ser capaz
de recordarte y recordarme.
Todos vivimos, a la postre,
en una especie de prisión
de la que no podemos salir,
en la que nadie puede entrar.
Pero consta en el Libro Único
que, a pesar de espinas y agujas,
nos amamos alguna vez
y nos amaremos tú y yo.


"En mí mismo hay un cóctel en el que hay muchísimos ingredientes. En algunas ocasiones está el cultural más presente que el directo. Pero yo soy el mismo, no hay distintas etapas. Están escritos al mismo tiempo en muchas ocasiones".
Endecasílabos
¿Y tus endecasílabos?
¿Dónde están?
¿Qué se hicieron?,
me preguntas en un alejandrino
de inequívoco corte manriqueño.
Yo te respondo: Dentro de mi alma,
en el hueco aún caliente donde un tiempo
latió mi corazón, en la ceniza
en que va convirtiéndose mi cuerpo,
en el ritmo del agua y en la música
de cámara de Brahms, en el silencio
de ese haiku de Basho, en la blancura
del oso acorazado de mis sueños.
En Lope y sus tercetos familiares.
En Borges y sus mágicos sonetos.
En todas partes, como Dios: en misa,
en Garcilaso y entre los pucheros.
En tus ojos que brillan en la sombra,
en el cine de Hawks y en el infierno,
en la Venus de Willendorf, en Nínive,
en el Avesta y en los Evangelios.
Me han hecho compañía tantos años
que no puedo vivir sin su consuelo.


"Creo que con el plan de estudios de Wert sí se ha avanzado en ese territorio. La sociedad Española de Estudios Clásicos y las personas que nos interesamos por esa parcela del saber hemos intentado por todos los medios influir para que no hubiera ningún tipo de retroceso, y lo hemos conseguido".
Teichoscopia
Tras nueve años de guerra, el rey de Troya
no sabe quiénes son sus enemigos.
se lo pregunta a Helena, allá en lo alto
de la muralla: «Dime, Helena, hija,
¿quién es ese que saca la cabeza
a los demás y que parece un rey
por su modo de andar y por su porte
señorial?» «Mi cuñado, Agamenón,
un hombre insoportable que no cesa
de gruñir, el peor de los esposos
y un mal padre.» «¿Y el rubio que está al lado?»
«Es mi marido, Menelao, un idiota
que no supo apreciar como es debido
lo que tenía en casa y no comprende
a las mujeres.» Príamo registra
la información de Helena en su vetusto
cerebro, y continúa preguntando:
«Y ese otro de ahí, de firme pecho
y anchos hombros, que va y viene nervioso
por el campo, las manos a la espalda,
como quien trama algo, ¿quién es ese?»
«Odiseo de Ítaca, un fullero
de quien nadie se fía, un sinvergüenza.»
«¡Caramba con los griegos!», piensa Príamo,
y le dice a la novia de su hijo:
«Otros veo, muy altos y muy fuertes,
que destacan del resto. Por ejemplo,
esa masa magnífica de músculos
que está sentada al fondo, a la derecha…»
«Es Ayante, una bestia lujuriosa
y prepotente, un grandullón con menos
inteligencia que una lagartija.»
«¡Qué bien hice estos años -piensa Príamo-
sin saber quiénes eran estos tipos!
Basta que gente así reclame a Helena
para no devolverla.» Y en voz alta
dice a la chica: «¿Dónde estará Paris?»
«Imagino que en la peluquería,
haciéndose las uñas y afeitándose.»
«Ayúdame a bajar de la muralla
y vamos en su busca, que os invito
a los dos a una copa en el palacio.»


"El latín y el griego tienen que estar presentes en todos los bachilleratos. Aporta una gimnasia mental increíble, un sentido de la humanidad muy profundo, puesto que nuestras raíces proceden de esas civilizaciones, y un conocimiento de nosotros mismos, una profundización en nuestras propias personalidades. Creo que son absolutamente fundamentales, básicos, que sin ellos la gente es mucho más incompleta que con ellos".
Filología y vida
"Filología, ¿para qué?", preguntas
mientras clavas en mí feroz pupila,
cargada de insidioso nihilismo.
Te lo explico. No entiendes mi respuesta.
Te da igual que los textos se publiquen
bien o mal, no te importa en absoluto
que un clásico se entienda, o que la gente
lea el Quijote tal y como quiso
su autor que lo leyéramos, sin una
sola coma dudosa ni un pasaje
desesperado.
            Cambio de materia
y te pregunto: "Vida, ¿para qué?"
(por si se fundamenta tu rechazo
de la filología en la grotesca
tesis de que la vida nada tiene
que ver con las bobadas filológicas).
Y tú respondes: "¿Vida? Para nada.
O, en todo caso, para los criados."
Adivino la cita de Villiers
detrás de tus palabras, pero eso
es lo de menos. Ahora he comprendido
por fin aquel inicio de una sátira
de Persio: O curas hominum! O quantum
est in rebus inane!


"En el fondo son sentimientos también si te fijas, ¿no? Establecer una especie de categoría de lo que te interesa y no te interesa también, de algún modo, es hacer explícito un sentimiento. Todo es sentimiento y todo produce o aspira a producir emoción. En la poesía, el concepto de emoción es básico".
Tebeos
Los Katzenjammer Kids, Popeye, Blondie,
Little Nemo, Flash Gordon y Li'l Abner,

Mandrake, Daredevil y Prince Valiant,

Dick Tracy, Spiderman y Silver Surfer,

los Vengadores y esa Cosa tierna

y acorazada de ojos azulísimos

(me refiero a Ben Grimm),

sin olvidar una novela gráfica

del Ivanhoe de Scott,

¿qué haría sin vosotros?

¿Buscaría el amor?,
¿pelearía
con una espada por un territorio?,
¿marcaría ganado en las praderas
infinitas del Middle West?,
¿navegaría bajo las estrellas

con una Jolly Roger ondeando

en el palo mayor de mi navío?
¿Qué haría yo sin esos tebeos?


"El mensaje más universal lo contienen los poemas que hablan de sentimientos universales. Los otros pueden llegar a un público determinado, pero no cabe duda de que los que hacen notoria y pública una serie de sensaciones humanas y básicas son los que tienen una aceptación mayor desde el punto de vista numérico".
El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

"Creo que no hay palabras malsonantes, sino oportunidades de insertarlas en los poemas. Toda palabra es susceptible de ser empleada poeticamente. Pero hay que tener mucho cuidado, obviamente, en la utilización de esos términos aparentemente malsonantes porque tienen que tener una función y tienen que desempeñar un papel muy importante. Si en ese poema no se emplea esa palabra malsonante, probablemente no tendría la posible fuerza que tiene. Es imprescindible en este caso".
En el supermercado
Cualquier lugar es bueno para el odio,
hasta el supermercado. "¿Por qué compras
esto en lugar de aquello? ¿Estás de oferta
o qué: crees que estoy sordo y que no oigo
las cosas que te dice el pescadero?
Me aburro. No te aguanto. No te olvides
la botella de ginebra. ¡Ah, no,
déjate de comida preparada!
Aprende a cocinar como mi madre".
"Cuando tú aprendas a comerme el coño".


"Una relacion íntima, absolutamente íntima. Siempre hemos explicado (Loquillo y él mismo) que la poesía y la música nacieron juntas y que sólo luego se fueron separando con los siglos, pero que de algun modo esta fusión que hemos fabricado vuelve a los origenes de cuando eran la misma cosa. Mi experiencia como letrista y como poeta soporte de versiones musicales es muy positiva, en el sentido de que amplía notoriamente el número de lectores y de interesados en la poesía"
 Political Correctness
Sé buena, dime cosas incorrectas
desde el punto de vista político. Un ejemplo:
que eres rubia. Otro ejemplo: que Occidente
no te parece un monstruo de barbarie
dedicado a la sórdida tarea
de cargarse el planeta. Otro que el multi-
culturalismo es un nuevo fascismo,
sólo que más hortera, o que disfrutas
pegando a un pedagogo o a un psicólogo,
o que el Mediterráneo te horroriza.
Dime cosas que lleven a la hoguera
directamente, dime atrocidades
que cuestionen verdades absolutas
como: “No creo en la igualdad”. O dime
cosas terribles como que me quieres
a pesar de que no soy de tu sexo,
que me quieres del todo, con locura,
para siempre, como querían antes
las hembras de la Tierra.



"Creo que sí, lamentablemente sí. Cuando se es feliz y cuando está uno instalado en la alegría, no se le ocurre perder el tiempo emborronando cuartillas. Creo que la tristeza es el gran motor de la escritura".
Sobre un tema de J.M.M.

No quiero ser feliz. Estoy enfermo
de haberlo sido tanto. Me fastidia
que la gente me quiera y que los dioses
me protejan. Renuncio a ser el centro
de las fiestas y a todos los poderes
que el dinero y la sangre proporcionan.
No quiero verte al lado, en la cabina
de mi coche, dorada y sonriente,
previendo mis deseos más ocultos.
No me divierte ya que mis amigos
celebren la blancura de tus manos.
Detesto las victorias, y los viajes
al más allá, y la daga del ingenio,
y el amor, y el jardín de la alegría.
Quiero la opacidad y la tristeza
que da el dolor, y la desesperanza.
Me está matando tanta dicha junta.


"Creo que lo que menos mal hago es poesía. Es una manera de ver el mundo, y en ningún caso algo relacionado con un sentimiento privado que me aisla de los demás, sino algo que me ayuda a prestrar mi voz, un elemento de fusión con el resto. Los poetas no somos diferentes a los demás, lo que hacemos es actuar de portavoces. Me interesa ser útil a mis semejantes".

 Línea clara
Dicen que hablamos claro, y que la poesía
no es comunicación, sino conocimiento,
y que sólo conoce quien renuncia a este mundo
y a sus pompas y obras —la amistad, la ternura,
la decepción, el fraude, la alegría, el coraje,
el humor y la fe, la lealtad, la envidia,
la esperanza, el amor, todo lo que no sea
intelectual, abstruso, místico, filosófico
y, desde luego, mínimo, silencioso y profundo—.
Dicen que hablamos claro, y que nos repetimos
de lo claro que hablamos, y que la gente entiende
nuestros versos, incluso la gente que gobierna,
lo que trae consigo que tengamos acceso
al poder y a sus premios y condecoraciones,
ejerciendo un servil e injusto monopolio.

Dicen, y menudean sus fieras embestidas.
Defiéndenos, Tintín, que nos atacan.



"Me ha pasado esa sensación y me ha pasado la contraria. Estamos hechos de sensaciones diversas y a veces contradictrorias. En ese poema se cuenta una determinada sensación, pero no es mi visión en absoluto de la mujer. Hay poca gente tan pesada como yo, que he estado rodeado de libros. Es muy difícil encontrar a una chalada de mi estilo".
Noche de ronda

En otro tiempo hubieras empleado la noche
en hablarle de libros y de viejas películas.
Pero ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas y finges que escuchas sus historias,
que invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan sobre el amor, los viajes, la dietética,
su familia, el verano, la buena forma física,
el más allá, las drogas y el arte postmodemo.
De cuando en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a los cielos una angustiosa súplica
para que aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán, sin embargo, todavía unas horas
hasta que, ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás roto a la calle en busca de una taza
de café gigantesca, maldiciendo las copas
que arruinaron tu hígado en la estúpida noche
y pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.
Un amor imposible
Te he encontrado en la calle y, luego, hemos cenado juntos.Te lo he dicho otra vez: mi vida quiere ser lo que llamaba Bowra "the pursuit of honour through risk". Y tu sonrisa se transforma en una mueca obscena, y sigues sin saber qué es el pudor. Antes de medianoche estabas muerta ya, amor mío.
 

sábado, 5 de octubre de 2013

En el límite (de los veintiuno)

Fuimos a ver a The Loud Residents. Tocaban en la Velvet por tres euros. No rechistamos ante el precio, pero lamentamos que no incluyese ninguna triste cerveza. En la entrada sólo había niñas. Digo niñas, porque eran niñas. Rondarían los dieciséis años, quizás diecisiete. Los músicos también estaban fuera. A eso le quedaba media hora, mínimo, para comenzar, así que nos fuimos a por birras de quintas marcas (al menos) por cincuenta céntimos.

A la vuelta, ya no quedaba gente fuera esperando. Dentro, dos grandes columnas enmarcaban el pequeñísimo escenario en el que la banda tocaba, lo que dificultó en un principio que pudiese observar a los chicos. Eso contribuyó a que me fijara primero en lo que había un poco más abajo: el público. Apenas quince chavales se apelotonaban junto al escenario. La mayoría eran chicos, ellas preferían mantener una distancia prudencial. Y no era para menos. Saltaban, se empujaban y gritaban al frenético ritmo de la música que tocaban los de ahí arriba. Por fin pude contemplarlos.

Eran niños. Y tocaban como hombres. Puede que el batería, que parecía el mayor de los tres, hubiese cumplido recientemente los dieciocho. El vocalista estaba delgadísimo y llevaba una camiseta gris y muy pegada de The Smiths. El pelo, un poco alborotado, le tapaba un ojo cada vez que bajaba un poco la cabeza para cambiar de acorde. Muy de vez en cuando, claro. Y el bajista, dios mío, el bajista parecía aún más pequeño. Tan jóvenes y buenos que asustaban. Estaban tocando temas de su primer album -colgado en el bandcamp- que es, además homónimo. Eran The Loud Residents. Y los de abajo, probablemente, serían sus amigos del instituto. 

Eran muy jóvenes y escuchaban rock. Sentí eso de la nostalgia de algo que no se ha vivido
nunca. Me acordé de mis dieciséis, de Blink 182, de Green Day, de Sum 41 y de Fall Out Boy. Mis primeros flirteos con el rock y el punk más adolescente. Pero, a diferencia de ellos, yo no iba a conciertos y mis amigos estaban inmersos en otro rollo musical muy distinto al mío. Miraba divertida, llevando el ritmo de la música garajera con los pies pero sin moverme demasiado, a la conjunción que formaban la coalición grupo más público, tan entusiastas y entregados los unos a los otros. Y, de repente, me sentí terriblemente mayor.

Tras ellos, tocó un grupo de punk femenino venido de Argentina que no estaba nada mal. Las Kellies, se llamaban. Dejamos la Velvet cuando terminaron y emigramos al ZZ Pub, siempre tan hospitalario a altas horas de la madrugada. Allí tocaba otro grupo local: Tocata Covers. Estos, sin embargo, eran mucho más mayores que The Loud Residents, al igual que la mayoría de grupos y de gente que frecuenta el clásico pub rockero. Tuvieron la mala suerte de que al vocalista se le rompiera una cuerda justo antes de comenzar, por lo que se retrasaron un poco. No diría que la espera mereció la pena. En su repertorio figuraban míticas y a su vez gastadas glorias del rock and roll español de los ochenta y los noventa, como ‘Insurrección’, ‘Por la boca vive el pez’ o ‘El límite’. Aunque no les faltó entusiasmó –no pararon de animar al público para que cantase con ellos- las versiones no llegaron a ser espectaculares, sino que fueron más bien modestas. Prometían también grandes éxitos internacionales, pero nos fuimos antes de tiempo.

Rodeada de incipientes (aunque algunas no precisan de ese adjetivo) calvas, primeras arrugas y kilos de más, me sentí joven de nuevo. La música tiene esas cosas. Te devuelve de repente a edades pasadas, añadiendo sensaciones a las que ya de por sí poseen los recuerdos, tan pronto como te transporta a años futuros, dibujando así en la mente el porvenir y teniendo la certeza, una vez más, de querer vivir entre conciertos y bares hasta que asome la ultimísima de las arrugas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El tacto de lo nuestro


y me parece inédito
el gesto de tu beso,
este llegar aquí cada vez más tranquilo,
con la serenidad
del que tiene por cómplice la vida
y su rutina.

LUIS GARCÍA MONTERO


Y ahí en medio de toda esa gente que bebía y hablaba sin parar, yo me detuve durante unos minutos a observar cómo su mano me tocaba el brazo. Era un movimiento habitual, corriente y muy natural, una acción no estudiada. Sonaba música de fondo y ya no hacía calor. Era el septiembre de la transición, no democrática, sino la que marca el inicio de la tediosa calma existente entre una época acelerada y otra. Era verano, pero no. Ciertamente, ese mismo esquema sintáctico era aplicable a otras muchas cosas.

En este contexto sucedía que esa noche, como tantas otras, él hablaba en el sofá con un amigo mientras yo, sentada sobre sus piernas, fijaba mi mirada en su mano izquierda, que pasaba a su vez por mi brazo izquierdo. Estoy convencida de que me acariciaba casi sin darse cuenta de ello, como si de un movimiento completamente automático se tratase. De arriba a abajo, dejando de repente de hacerlo durante un par de segundos al alzar la mano en un gesto muy suyo mientras conversaba. Balanceaba de vez en cuando un poco el brazo, acompañando el tono concurrido y animado de su charla. Luego volvía a posar su mano sobre el mío para pasar a darme pequeñas palmadas, una y otra vez, hasta volver a acariciarme y acabar el recorrido, por fin, en mi mano. Entonces la agarraba, juntaba sus dedos con los míos, sin distraerse ni por un segundo de su conversación y sin reparar, tampoco, en que la que yo estaba teniendo en ese momento era conmigo misma, tratando de averiguar cómo el tiempo nos había unido de esa manera, cómo él me tocaba como si siempre hubiese sido así, como si acaso no hubiese habido un tiempo en el que el tacto era calculado y tembloroso.

Era septiembre. Era el septiembre de la transición, de la premeditación a la confiada posesión, y también de la tediosa, y, a la vez, tan necesaria calma. Debíamos de asemejarnos, desde fuera, a unas de esas antiguas fotos en blanco y negro en las que un chico y una chica a los que no conocemos de nada posan juntos, tremendamente felices y casuales. Aunque él no fijaba su mirada en mí, la mía, lejos de estar perdida, se había encontrado con su mano, ahora sobre mi pierna. "El amor al innumerable roce", pensé, pues ya había habido muchos otros antes. El de ahora -inconsciente, instintivo e involuntario- no precisa, sin embargo, del sonrojo que suele causar la imprevista mano que aprovecha las ventajas de una generosa falda. Supongo que eso es lo fácil. Más difícil es alcanzar esta certeza, la táctil, la de las piernas y las manos, la que predice mucho más que las líneas.

domingo, 16 de junio de 2013

Periodismo, os guste o no

Aunque hace mucho tiempo que deseo escribir esto, el estallido que ha ocasionado una crítica (muy lejos, por cierto, de ser constructiva) sumado a las pocas ganas que tengo de estudiar para mi examen del martes, me han impulsado a escribir, por fin, estas líneas que ahora leéis.

Y es que, estudiar Periodismo (y sí, lo escribo y lo escribiré siempre con la primera letra en mayúscula) no es sólo aprender a redactar, a distinguir los tipos de fuentes y a memorizar teorías de dudosa utilidad, no. También entraña una iniciación en el mundo del periodista y, por lo tanto, la conversión en víctima en el mismo momento en el que empiezas a jugar (procurando seguir, eso sí, todas las reglas y sin hacer trampa alguna) a juntar letras. En los tres años que llevo siendo partícipe de este a veces macabro juego he podido observar y soportar tremendas injusticias contra el que para mí es el mejor oficio del mundo. Y es que el Periodismo siempre está en medio, y, por lo tanto, siempre lleva las de perder y es dañado indistintamente por unos y otros, no importa en absoluto el color y lo que éste represente.

Empezaré mi manifiesto admitiendo una verdad que los que me conocen saben y que veo necesaria plasmar por escrito en esta declaración de (pre)tensiones: soy de izquierdas. Lo escribo como lo digo, alto y con orgullo. Alto, porque es algo de lo que llevo algunos años cerciorándome, y con orgullo, porque todo el mundo ha de expresar con júbilo aquello de lo que se siente completamente seguro y acorde. Esto, queridos amigos, es una putada. Al menos, en mi caso. Lo es al igual que lo sería si fuese de derechas, porque es una putada estar definido ideologicamente y ser, aún así, periodista. Todo sería mucho más fácil si no se poseyese una clara ideología, ¿verdad? Siempre en el centro, siempre armonioso, escribiendo sin culpa o remordimiento acerca de movimientos sociales, partidos políticos y demás fauna social. Pero a mí, por suerte o por desgracia, siempre me han conmovido las luchas de la izquierda (en las cuales he participado siempre que he tenido ocasión, no quiero que penséis que soy una militante ideológica pasiva), sus causas y sus ideas, con las que estoy de acuerdo a veces casi de forma apasionada y visceral. No obstante, mi pensamiento político es, por supuesto, racional, y aún así sigo comulgando con las premisas de los bien llamados rojos, porque rojo es el color de la sangre, y por los derechos básicos y la libertad del ser humano se ha derramado mucha.

Pero, dejadme deciros algo a aquellos que decís ser de izquierdas y que luego os cagáis sin pudor alguno en esa puta de la libertad de expresión: el buen Periodismo no es de derechas ni de izquierdas. Os guste o no. Y, creedme, ya he escuchado muchas veces eso de “el Periodismo ha de optar por un lado u otro, posicionarse, no puede estar al margen”. Ah, cuánto me llama la atención eso de que nos critiquéis con tantísima rabia y al mismo tiempo nos reclaméis y necesitéis. Lo siento mucho, de verdad. El buen Periodismo no debe posicionarse, porque el buen Periodismo debe de informar sin ningún tipo de reparo ideológico. Y muchos pensaréis que este buen Periodismo del que tanto hablo no existe, que es utopía, que jamás se logrará (qué curioso, esto me suena al discurso casposo de la derecha contra el comunismo, ¿a vosotros no?), pero el Periodismo no es posible sin periodistas que lo conformen y yo me siento parte de esa generación indignada también con la prensa actual. Mi suerte es que me rodeo de muchas personas como yo.

Hay tanta paradoja en la vida, me hacéis reír tanto. Generalmente, para estas personas, el Periodismo es sólo manipulación y mentira, pero, sin embargo, ¡os gusta tanto cuando sale mierda de la derecha! Venga, confesadlo. Disfrutáis tanto como yo cuando un genial artículo desmonta toda una trama de corrupción, cuando salen a la luz los papeles secretos de Bárcenas, cuando nos enteramos de todos los millones que tienen ciertos indeseables (no quiero ser demasiado maleducada) en los paraísos fiscales. Ahí sí que os gusta el Periodismo. En esos casos, sí. Es justo y necesario.

Pues bien, ya me he hartado de tanta hipocresía. Ya me he hartado de que mucha, muchísima gente juzgue nuestro trabajo y nuestra profesión como si ellos fueran expertos en la misma. ¿Juzgo yo acaso la labor de un abogado, de un médico o de un historiador? No. No lo hago, porque no soy experta en la temática que tratan. Y sí, todos sabéis escribir y todos sabéis leer. Faltaría más. Pero lo voy a decir claro: NO sabéis informar. Y no porque no hayáis estudiado una carrera de cuatro años, sino porque no os han enseñado nada acerca de la moral, de la ética periodística, de la pirámide informativa, de los criterios de noticiabilidad, de las técnicas para entrevistar, de redacción, de fuentes. Porque no os han enseñado, tampoco, a amar y a entender el Periodismo. Por eso nunca sabréis informar.

Así que no me jodáis. Una persona que hace una foto, escribe un par de frases y la sube a Twitter no está haciendo Periodismo (ni siquiera ciudadano), al igual que mi madre no era doctora cuando me curaba de pequeña las heridas que me hacía jugando con mis amigos en la calle. Y no os ofendáis, pero es que algunos no es sólo que no sepáis informar, es que ni siquiera escribís bien.

Personalmente, disto mucho de aquel columnista que, cómodamente, desde su atalaya personal despotrica y critica a todo aquel que se le ponga por medio. Me repugna demasiado esa clase de periodismo (esta vez sí, con minúsculas). No quiero grandes cabeceras, no quiero Periodismo pasivo. Yo quiero ser periodista porque busco un Periodismo comprometido con la sociedad, con los ciudadanos, con aquellos que no tienen voz. Yo quiero ser su megáfono. Y me da igual, oídme bien, si esa persona que, por ejemplo, ha sido desahuciada, tiene ideas más o menos conservadoras. Crea lo que crea y piense lo que piense, siempre va a quedar peor parada que el banquero o que el político.

Quiero concluir este desahogo literario como empezó, aludiendo a la destructiva crítica que hoy he recibido por este artículo y que me ha llevado a escribir esto, que por supuesto no se debe únicamente a esos comentarios que pretenden ser hirientes, sino a todo sobre lo que ya he escrito. El artículo de la discordia fue publicado (como muchas cosas de las que escribo) en La Taberna Global (LTG), un medio satírico universitario. En esta web tan criticada y alabada al mismo tiempo he aprendido casi todo lo que sé gracias sobre todo a Javier Martinez y a Alberto R. Aguiar, los directores, pero también a todo el equipo que forma parte de LTG. Puedo asegurar que todos ellos apuestan por el tipo de Periodismo del que un poco más arriba he hablado, puedo afirmar que ellos buscan un nuevo Periodismo (y no ese que nos enseñan en la Universidad, que ha quedado cuanto menos obsoleto) que luche contra todas las injusticias de las que, desgraciadamente, día a día somos testigos. Ellos son, pues, mi esperanza. Y, para concluir, diré que algunos de ellos son unos rojazos de cuidado.

martes, 11 de junio de 2013

Pequeño pensamiento sobre el futuro en general

Desde mi más profunda ignorancia sobre el tema, confesaré que a mí conquistar Marte me daría mucha pereza. Está desierto. Y está todo por hacer. No entiendo la manía que tiene la gente de la alta alcurnia científica (y más que nada, los políticos; que entre crisis y crisis le da por mirar a las estrellas, ya que por el día parece que están en las nubes) de fijar horizontes tan lejanos cuando el propio planeta que pisan está muriendo cada día un poco más. Es más, suelen ser ellos los principales asesinos. Es que me da pereza sólo de pensarlo. ¡Planear algo con fecha de lanzamiento a años luz de distancia (tanto temporal como espacial), con lo impaciente que soy yo!

A mí todo esto de la cibernética, la robótica y -en general- los excesos tecnológicos me trae sin cuidado. ¿Por qué no me podrá vender un señor los tickets del tren en lugar de hacerlo esa horrible máquina que por no sentir no siente a veces ni la yema de mis dedos cuando pulso sus táctiles y virtuales teclas?

lunes, 10 de junio de 2013

Wuthering Heights versión 2.0

¡Que despierte entre sollozos! - grité, dando un palmetazo en la mesa de la cocina y haciendo temblar los cubiertos que aún no había recogido -. Voy a repetir una plegaria hasta que me canse, aunque sé que odiáis cuántas veces me repito: ¡Ojalá no me olvide, aunque se tire a otra! Dijo que yo le había herido, ¡pues que me persiga entonces! Las víctimas persiguen a sus asesinos, ¿no es así, hermanos? Que me envíe un whatsapp a las cinco de la mañana, que me llame cuando esté borracho, ¡que me grite lo puta que he sido!, que me encuentre por la calle y me mire con rencor, pero que nunca, nunca me vuelva la cara. Sí, que haga eso. ¡Haz eso! Actualiza tu Facebook con bonitas y vengativas canciones sólo para que yo las vea, atúrdeme con besos que luego no llegan a nada en cualquier rincón nocturno, esconde todas las camisetas que te regalé, pero hazlo poniéndolas justo al lado de los preservativos; frena bruscamente justo en frente de alguna de nuestras calles y escupe en ella, vuelve sólo en primavera y conviértete así en mi particular Peter Pan... Luego vete con cualquier vulgar Wendy. Aparece en mis sueños, no me tengas piedad. Pero quédate siempre, no me dejes sola en este abismo donde no soy capaz de encontrarte.