domingo, 16 de junio de 2013

Periodismo, os guste o no

Aunque hace mucho tiempo que deseo escribir esto, el estallido que ha ocasionado una crítica (muy lejos, por cierto, de ser constructiva) sumado a las pocas ganas que tengo de estudiar para mi examen del martes, me han impulsado a escribir, por fin, estas líneas que ahora leéis.

Y es que, estudiar Periodismo (y sí, lo escribo y lo escribiré siempre con la primera letra en mayúscula) no es sólo aprender a redactar, a distinguir los tipos de fuentes y a memorizar teorías de dudosa utilidad, no. También entraña una iniciación en el mundo del periodista y, por lo tanto, la conversión en víctima en el mismo momento en el que empiezas a jugar (procurando seguir, eso sí, todas las reglas y sin hacer trampa alguna) a juntar letras. En los tres años que llevo siendo partícipe de este a veces macabro juego he podido observar y soportar tremendas injusticias contra el que para mí es el mejor oficio del mundo. Y es que el Periodismo siempre está en medio, y, por lo tanto, siempre lleva las de perder y es dañado indistintamente por unos y otros, no importa en absoluto el color y lo que éste represente.

Empezaré mi manifiesto admitiendo una verdad que los que me conocen saben y que veo necesaria plasmar por escrito en esta declaración de (pre)tensiones: soy de izquierdas. Lo escribo como lo digo, alto y con orgullo. Alto, porque es algo de lo que llevo algunos años cerciorándome, y con orgullo, porque todo el mundo ha de expresar con júbilo aquello de lo que se siente completamente seguro y acorde. Esto, queridos amigos, es una putada. Al menos, en mi caso. Lo es al igual que lo sería si fuese de derechas, porque es una putada estar definido ideologicamente y ser, aún así, periodista. Todo sería mucho más fácil si no se poseyese una clara ideología, ¿verdad? Siempre en el centro, siempre armonioso, escribiendo sin culpa o remordimiento acerca de movimientos sociales, partidos políticos y demás fauna social. Pero a mí, por suerte o por desgracia, siempre me han conmovido las luchas de la izquierda (en las cuales he participado siempre que he tenido ocasión, no quiero que penséis que soy una militante ideológica pasiva), sus causas y sus ideas, con las que estoy de acuerdo a veces casi de forma apasionada y visceral. No obstante, mi pensamiento político es, por supuesto, racional, y aún así sigo comulgando con las premisas de los bien llamados rojos, porque rojo es el color de la sangre, y por los derechos básicos y la libertad del ser humano se ha derramado mucha.

Pero, dejadme deciros algo a aquellos que decís ser de izquierdas y que luego os cagáis sin pudor alguno en esa puta de la libertad de expresión: el buen Periodismo no es de derechas ni de izquierdas. Os guste o no. Y, creedme, ya he escuchado muchas veces eso de “el Periodismo ha de optar por un lado u otro, posicionarse, no puede estar al margen”. Ah, cuánto me llama la atención eso de que nos critiquéis con tantísima rabia y al mismo tiempo nos reclaméis y necesitéis. Lo siento mucho, de verdad. El buen Periodismo no debe posicionarse, porque el buen Periodismo debe de informar sin ningún tipo de reparo ideológico. Y muchos pensaréis que este buen Periodismo del que tanto hablo no existe, que es utopía, que jamás se logrará (qué curioso, esto me suena al discurso casposo de la derecha contra el comunismo, ¿a vosotros no?), pero el Periodismo no es posible sin periodistas que lo conformen y yo me siento parte de esa generación indignada también con la prensa actual. Mi suerte es que me rodeo de muchas personas como yo.

Hay tanta paradoja en la vida, me hacéis reír tanto. Generalmente, para estas personas, el Periodismo es sólo manipulación y mentira, pero, sin embargo, ¡os gusta tanto cuando sale mierda de la derecha! Venga, confesadlo. Disfrutáis tanto como yo cuando un genial artículo desmonta toda una trama de corrupción, cuando salen a la luz los papeles secretos de Bárcenas, cuando nos enteramos de todos los millones que tienen ciertos indeseables (no quiero ser demasiado maleducada) en los paraísos fiscales. Ahí sí que os gusta el Periodismo. En esos casos, sí. Es justo y necesario.

Pues bien, ya me he hartado de tanta hipocresía. Ya me he hartado de que mucha, muchísima gente juzgue nuestro trabajo y nuestra profesión como si ellos fueran expertos en la misma. ¿Juzgo yo acaso la labor de un abogado, de un médico o de un historiador? No. No lo hago, porque no soy experta en la temática que tratan. Y sí, todos sabéis escribir y todos sabéis leer. Faltaría más. Pero lo voy a decir claro: NO sabéis informar. Y no porque no hayáis estudiado una carrera de cuatro años, sino porque no os han enseñado nada acerca de la moral, de la ética periodística, de la pirámide informativa, de los criterios de noticiabilidad, de las técnicas para entrevistar, de redacción, de fuentes. Porque no os han enseñado, tampoco, a amar y a entender el Periodismo. Por eso nunca sabréis informar.

Así que no me jodáis. Una persona que hace una foto, escribe un par de frases y la sube a Twitter no está haciendo Periodismo (ni siquiera ciudadano), al igual que mi madre no era doctora cuando me curaba de pequeña las heridas que me hacía jugando con mis amigos en la calle. Y no os ofendáis, pero es que algunos no es sólo que no sepáis informar, es que ni siquiera escribís bien.

Personalmente, disto mucho de aquel columnista que, cómodamente, desde su atalaya personal despotrica y critica a todo aquel que se le ponga por medio. Me repugna demasiado esa clase de periodismo (esta vez sí, con minúsculas). No quiero grandes cabeceras, no quiero Periodismo pasivo. Yo quiero ser periodista porque busco un Periodismo comprometido con la sociedad, con los ciudadanos, con aquellos que no tienen voz. Yo quiero ser su megáfono. Y me da igual, oídme bien, si esa persona que, por ejemplo, ha sido desahuciada, tiene ideas más o menos conservadoras. Crea lo que crea y piense lo que piense, siempre va a quedar peor parada que el banquero o que el político.

Quiero concluir este desahogo literario como empezó, aludiendo a la destructiva crítica que hoy he recibido por este artículo y que me ha llevado a escribir esto, que por supuesto no se debe únicamente a esos comentarios que pretenden ser hirientes, sino a todo sobre lo que ya he escrito. El artículo de la discordia fue publicado (como muchas cosas de las que escribo) en La Taberna Global (LTG), un medio satírico universitario. En esta web tan criticada y alabada al mismo tiempo he aprendido casi todo lo que sé gracias sobre todo a Javier Martinez y a Alberto R. Aguiar, los directores, pero también a todo el equipo que forma parte de LTG. Puedo asegurar que todos ellos apuestan por el tipo de Periodismo del que un poco más arriba he hablado, puedo afirmar que ellos buscan un nuevo Periodismo (y no ese que nos enseñan en la Universidad, que ha quedado cuanto menos obsoleto) que luche contra todas las injusticias de las que, desgraciadamente, día a día somos testigos. Ellos son, pues, mi esperanza. Y, para concluir, diré que algunos de ellos son unos rojazos de cuidado.

martes, 11 de junio de 2013

Pequeño pensamiento sobre el futuro en general

Desde mi más profunda ignorancia sobre el tema, confesaré que a mí conquistar Marte me daría mucha pereza. Está desierto. Y está todo por hacer. No entiendo la manía que tiene la gente de la alta alcurnia científica (y más que nada, los políticos; que entre crisis y crisis le da por mirar a las estrellas, ya que por el día parece que están en las nubes) de fijar horizontes tan lejanos cuando el propio planeta que pisan está muriendo cada día un poco más. Es más, suelen ser ellos los principales asesinos. Es que me da pereza sólo de pensarlo. ¡Planear algo con fecha de lanzamiento a años luz de distancia (tanto temporal como espacial), con lo impaciente que soy yo!

A mí todo esto de la cibernética, la robótica y -en general- los excesos tecnológicos me trae sin cuidado. ¿Por qué no me podrá vender un señor los tickets del tren en lugar de hacerlo esa horrible máquina que por no sentir no siente a veces ni la yema de mis dedos cuando pulso sus táctiles y virtuales teclas?

lunes, 10 de junio de 2013

Wuthering Heights versión 2.0

¡Que despierte entre sollozos! - grité, dando un palmetazo en la mesa de la cocina y haciendo temblar los cubiertos que aún no había recogido -. Voy a repetir una plegaria hasta que me canse, aunque sé que odiáis cuántas veces me repito: ¡Ojalá no me olvide, aunque se tire a otra! Dijo que yo le había herido, ¡pues que me persiga entonces! Las víctimas persiguen a sus asesinos, ¿no es así, hermanos? Que me envíe un whatsapp a las cinco de la mañana, que me llame cuando esté borracho, ¡que me grite lo puta que he sido!, que me encuentre por la calle y me mire con rencor, pero que nunca, nunca me vuelva la cara. Sí, que haga eso. ¡Haz eso! Actualiza tu Facebook con bonitas y vengativas canciones sólo para que yo las vea, atúrdeme con besos que luego no llegan a nada en cualquier rincón nocturno, esconde todas las camisetas que te regalé, pero hazlo poniéndolas justo al lado de los preservativos; frena bruscamente justo en frente de alguna de nuestras calles y escupe en ella, vuelve sólo en primavera y conviértete así en mi particular Peter Pan... Luego vete con cualquier vulgar Wendy. Aparece en mis sueños, no me tengas piedad. Pero quédate siempre, no me dejes sola en este abismo donde no soy capaz de encontrarte.