Desde
mi más profunda ignorancia sobre el tema, confesaré que a mí conquistar
Marte me daría mucha pereza. Está desierto. Y está todo por hacer.
No entiendo la manía que tiene la gente de la alta alcurnia científica (y más que nada, los políticos; que entre crisis y crisis le da por mirar a las estrellas, ya que por el día parece que están en las nubes) de fijar
horizontes tan lejanos cuando el propio planeta que
pisan está muriendo cada día un poco más. Es más, suelen ser ellos los principales asesinos. Es que me da pereza sólo de pensarlo. ¡Planear algo con fecha de
lanzamiento a años luz de distancia (tanto temporal como espacial), con lo impaciente que soy yo!
A mí todo esto de la cibernética, la robótica y -en general- los excesos tecnológicos me trae sin
cuidado. ¿Por qué no me podrá vender un señor los tickets del tren en
lugar de hacerlo esa horrible máquina que por no sentir no siente a veces ni la yema de mis dedos cuando pulso sus táctiles y virtuales
teclas?
Ray Bradbury...
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